Encontré esto; y espero me permitan publicarlo,
porque no recordarlo, sería morir para siempre’’ (Bernapuerta)
Gustavo Adolfo Bécquer, (1871)
Yo sé un himno gigante y extraño
Que anuncia en la noche del alma una
aurora
Y
estas páginas son de ese himno
Cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle del hombre
Domando el rebelde, mezquino idioma,
Con
palabras que fuesen a un tiempo
Suspiros
y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar: que no hay cifra
Capaz de encerrarle, y apenas, ¡oh
hermosa!
Si, teniendo en mis manos las tuyas,
Pudiera, al oído, cantártelo a solas.
Gustavo Adolfo Bécquer, (1871)
Por los tenebrosos rincones de mi cerebro,
Acurrucados
y desnudos, duemen los extravagantes hijos de
Mi
fantasía, esperando en el silencio que el Arte los
Vista
de la palabra para poderse presentar decentes
En
la escena del mundo.
Fecunda, como lecho de amor de la Miseria,
y
Parecida
a esos padres que engendran más hijos de
Los
que pueden alimentar, mi Musa concibe y pare
En
el misterioso santuario de la cabeza, poblándola
De
creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad
Ni
todos los años que me restan de vida
Serian
suficientes a dar forma.
Y aquí dentro, desnudos y deformes,
revueltos y
Barajados
en indescriptible confusión los ciento
A veces agitarse y vivir con una vida
oscura y extraña.
Semejantes a las de esas miradas de gérmenes
Que
hierven y se estremecen en una eterna incubación
Dentro de las entrañas de la tierra, sin
encontrar
Fuerzas bastantes para salir a la
superficie y convertirse
Al beso del sol, en flores y frutos.
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